jueves, 1 de octubre de 2015

University College of Cork

Puerta principal al Campus


El secreto está en no ver la aventura siempre en sitios lejanos, en encontrar pequeñas (o grandes) maravillas a tu alrededor. En esta ocasión no me voy a Asia ni a grandes ciudades europeas para elegir el sitio del que hablar, sino a media hora andando de mi casa (y porque yo me he convertido desde hace un par de semanas en la Ermitaña de la Colina, junto con el resto de inmigrantes sin mucho dinero en el bolsillo, y tardo 20 minutos en llegar al centro). Esta semana os voy a hablar de la maravillosa Universidad de Cork que, según tengo entendido, aunque sea solamente de oídas, es la segunda mejor universidad de Irlanda, por detrás del tan famoso Trinity College.

Para empezar, como siempre, voy a divagar de cómo conocí este maravilloso mundo de luz y color (o, como lo llama la gente sin transtornos mentales, "campus"). Me considero afortunada de trabajar en una tienda del centro, donde vendemos velas, inciensos y esas tonterías que tanto gustan al Primer Mundo, y donde siempre tengo la oportunidad de hablar con todo el mundo y mejorar mi precario nivel de inglés (y donde he conocido a gente estupenda con la que comparto esta experiencia de migración). Varias veces al día ves entrar a jovencitos/as y no tan jovencitos/as con una sudadera, riñonera, bolsa, cosa-que-te-cuelgas-al-cuello... de la UCC. Una compañera de Greenpeace Coruña, que había vivido unos años en Cork, ya me había comentado lo bonita que era esta Universidad, y yo me propuse ir cuando tuviera un hueco, dado que mi querida consanguínea en lateral (ergo:hermana) me había comentado que estaba "a tomar por saco". Como suele pasar, ni siquiera tuve que buscarlo, el hueco me encontró a mí:

Una mañana me encontré en la mesa del trabajo unos folletines para repartir entre los clientes de la "Culture Night in Cork", donde se anunciaban un montón de opciones culturales gratuítas para celebrar la noche. Ojeándolo por aburrimiento (no había clientes), encontré una exposición del pintor Hiroshi Sugimoto que debía celebrarse en el Observatorio Crawford, en la Universidad de Cork.

Qué mejor excusa que la exposición de pintura sobre el mar de un pintor del que jamás había oído hablar en un Observatorio para ir a ver el supuestamente maravilloso sitio de estudio. En cuanto terminé de trabajar ese viernes, cogí mis cosas y me planté en el centro de la ciudad a pedir indicaciones a todo ciudadano que quisiera escucharme. Ahí fue cuando me di cuenta de que el Observatorio Crawford no lo conoce ni Dios, y la gente solo me indicaba vagamente donde estaba la Universidad. Irónicamente, el primer edificio que encontré de camino al Campus en sí, fue el Edificio de Arqueología. Obviamente, estaba vacío. Pero el primer motivo de fascinación por esta Universidad fue el encontrar que había un centro de estudios arqueológicos, sede del correspondiente Grupo de Arqueología Universitario, justo al lado de un teatro en uso exclusivo para los grupos teatrales de la propia Universidad. 


Observatorio Crawford

Me empecé a preocupar cuando ni en el propio edificio de recepción habían oído hablar de ese Observatorio. Saliendo de allí un poco confundida por el desconocimiento general, me decidí a hablarle a un señor de cierta edad que estaba hablando con una chica. Muy amablemente, al estilo irlandés, decidió acompañarme hasta la puerta del Campús, ya que le sonaba que el edificio que yo buscaba se encontraba en el centro del mismo. Se despidió de la chica y caminamos juntos. Después de un cuarto de hora hablando de arte y música de la forma más coloquial que me pueda imaginar, me comentó que llevaba 11 años en la Universidad. Al preguntarle si era profesor me hizo saber que más bien era alumno, pero que ya había terminado la carrera hacía mucho. Yo soy jurista de profesión, y me hizo cierta gracia que él también hubiera estudiado Derecho. Hablando de los diferentes sistemas jurídicos, le comenté lo interesada que estaba en hacer algún tipo de práctica o trabajar en algún despacho. Con una sonrisilla, me confesó finalmente que él era el Juez de Cork, ex-abogado especializado precisamente en la rama de Derecho de la que yo hice mi tesina. Al despedirnos, no sé cómo, conseguí que aceptara mi currículum, me diera su email y se comprometiera a darme a conocer entre sus colegas por si salía alguna oportunidad. Después de días y días mandando emails y acosando a todos los despachos que me encontraba, el contacto en el mundo jurídico irlandés lo conseguí perdiéndome buscando una exposición de arte. La vida tiene cierta ironía que resulta muy agradable.


UCC

Y finalmente entré en el Campus. Qué maravilla... Grupos de estudio, una biblioteca tan grande como una facultad entera, aulas de lecturas de teatro, clubs de debate... Una Universidad como uno se la imagina cuando es pequeño y se imagina estudiando una carrera. No tardé mucho en sentirme como Lisa Simpson, agarrándome a los barrotes de la entrada, mientras mis caudales (más bien la ausencia de ellos) me tiraban hacia afuera. Sentía auténtica envidia de la gente que entraba y salía de clase.


Main Quadrangle

Cuando finalmente el Observatorio se materializó ante mí, volví a sentirme desorientada. Era un edificio con la planta tan grande como una habitación de apartamento, con una bóveda como techo. Lo último que uno se imaginaría es que albergara exposición de ninguna clase. Y la intuición no me fallaba: Cuando abrí la puerta principal (que más bien parecía una puerta de cobertizo de un edificio de aldea) me encontré con un "vestíbulo" en el que apenas cabía yo. Subido a unas escalerillas (que supongo, llevaban a lo alto de la bóveda), había un encargado de mantenimiento con una mini-aspiradora (una aspiradora de tamaño normal no hubiera cabido en el edificio), que me miró con una cara de circunstancias que solo podía querer decir "Dios, no, más gente no, que no cabemos". No había otro sitio al que ir que dirigirme a abrir la puerta de forja que había justo a un palmo de mi cara. Di a parar a una habitación circular, con tamaño a juego con el resto del Observatorio, con un montón de fotos de planetas y un hombrecillo tan alto como yo (¿lo contratarían por eso?), que se encontraba detrás de un telescopio, y que, sin yo decirle nada, me dijo "Lo siento, no hay ninguna exposición japonesa. Si existe siquiera, será en otra parte". Al irle a hablar del folleto informativo, simplemente se encogió de hombros, señalando que lo que la publicidad dijera o dejara de decir no variaba la realidad de la ausencia de la exposición. Me tuve que ir en seguida, ya que nos estábamos quedando sin oxígeno. Lo último que sentí de esa excursión es que hubiera sido un sinsentido. En vez de una exhibición de pintura, había encontrado algo mucho mejor: La UCC en sí misma.


Esta Universidad nació en 1845 como una de las tres Queen´s College, situadas en Cork, Galway y Belfast. Fue fundada por la Reina Victoria, por supuesto, a la cual hacía referencia el nombre de la institución. Se eligió Cork como lugar para ubicarla a causa de que era el centro del Comercio Transatlántico (otro día trataré de hacer un post sobre el Puerto de Cork, que tiene una gran importancia, tanto que el escudo de la ciudad son dos torres con un barco en medio), amén de ciertas Universidades de Medicina privadas y la Sociedad Real de Cork.

Se abrieron las puertas a los estudiantes el 7 de noviembre de 1849 (a 115, concretamente), y el edificio principal, el llamado Main Quadrangle fue diseñado por los arquitectos Thomas Deane y Benjamin Woodward, inspirándose en las grandes Universidades de la Edad Media.

A partir de 1880 pasó a llamarse Universidad Real de Irlanda (junto con el resto de Instituciones hermanas), según fue creciendo tanto en oferta, como en tamaño y número de alumnos, hasta que en 1908 se convirtió en la Universidad Nacional de Irlanda, derivando hasta nuestros días en la Universidad de Cork (University College of Cork- UCC), con más de 20.000 alumnos de todas partes del mundo (doy fe, he conocido desde indios, hasta malasios, africanos, estadounidenses y, en alguna de mis tardes pasadas allí, he podido oír hasta gente hablando español con acento de la Andalucía profunda), docenas de edificios y más de una veintena de elecciones académicas. Y es que no solo hay maravillas como Grupos de Mitología, y asambleas políticas, sino que allí puedes estudiar carreras que van desde Arquitectura hasta Estudios Célticos. Yo he visto gente excéntrica, llena de tatuajes extraños, que van a estudiar "Arte e Irlandés", así que me da que por poder, puedes hasta combinar las carreras a tu antojo. Vamos, una maravilla para los frikis ratas de biblioteca que aún le siguen dando importancia al Alma Matter y a que esta sea una buena elección.

Además, personalmente, es un sitio al que da gusto simplemente ir a pasear. Está al lado del Canal (de hecho, la elección del sitio donde construírlo tuvo que ver con eso), en la parte donde aún pueden sobrevivir cisnes y patos sin mutar, y alrededor del Campus no hay otra cosa más que librerías, cafeterías, restaurantes y tiendas de segunda mano. Por algún motivo, solamente me han pasado cosas buenas cuando me he acercado. Os podeis imaginar mi cara cuando descubrí un Centro de Estudios Gallegos en lo profundo del Edificio de Idiomas, lleno, por supuesto, de descendientes de Breogán. Supongo que es una mezcla entre sentirse en casa y a la vez disfrutar de la extranjería.




Espero que este artículo tan subjetivo os haya gustado. Seguramente no todos compartan mi pasión por las Universidades. Supongo que el romanticismo sigue latente en mí, y no puedo evitar pensar en ellas como ese sitio donde uno se desarrolla académica y personalmente de la forma en la que elige libremente, donde se forja el adulto que somos en la siguiente etapa de la vida y donde se aprenden mucho más que un montón de fórmulas, fechas, o en mi caso, leyes. Para los afortunados que os podáis permitir estudiar en una Universidad así, o incluso en esta, o tan solo visitarla, no os lo penséis dos veces. La vida es un aprendizaje constante, pero nunca está de más pasar de vez en cuando por esos sitios que ya, desde su nacimiento, se pensaron como el lugar donde uno decide su camino.


http://www.ucc.ie/en/


Gracias por leer :)


















jueves, 17 de septiembre de 2015

El Gran Canal de China



Está bien, lo reconozco: Soy fan de la National Geographic. Sí, soy de esas plastas con complejo de Hermione Granger, que va por la vida soltando datos a diestro y siniestro que ha leído en la tan conocida revista (que, para mi gran desgracia, ha sido comprada por un semi-simio (o ya quisiera) estadounidense que niega venir de los idem, y dice que el calentamiento global son los padres. DEP, mi amada NG, siempre te recordaré). Así que en este post, voy a hablaros de un declarado Patrimonio de la Humanidad, que conocí por este medio.


El Gran Canal- Nº140 NG Historia


Personalmente, opino que una de las muchas (muchísimas) cosas maravillosas que tiene la vida es que no siempre podemos explicar porqué algo nos gusta hasta lo increíble. Simplemente cada vez que vemos, oímos, sentimos, olemos, notamos, tocamos o saboreamos ese algo, notamos ese tirón cerebral que nos dirige hacia él, muchas veces siendo incapaces de evitarlo. Opino que la gente, la masa, está muy "rebañizada" (si me permitís sacarme de la manga un término tan pastoral), pero las personas son en su inmensa mayoría deliciosamente apasionadas. Os reto a echar un vistazo a vuestro alrededor, y comprobaréis que tengo razón. Hay personas que son capaces de estar horas mirando el mismo cuadro, o leer el mismo libro cincuenta veces en su vida, o, porqué no, mantenerse enamoradas de la misma persona desde el instante en que la ven. Y muchas veces no serán capaces de explicar qué demonios hay en ese cuadro, en ese libro o en esa persona que les mantiene absolutamente enganchados. Y es que hay cosas que no se pueden sacar del plano de las emociones, ni siquiera para tratar de plasmarlas en palabras, al igual que muchas veces nos trabamos al intentar explicar un sueño que tuvimos la noche pasada.

Mucho menos romántica fue la decisión de construir un enorme canal que atravesara la gigantesca China de norte a sur. La naturaleza no bendijo estos puntos cardinales con ríos naturales (que por otra parte, tampoco eran lo ideal, a causa de los peligros que la inestabilidad de sus caudales provocaba), y se daba la dicotomía de que los emperadores de las diferentes dinastías estaban empecinados en vivir en el norte, mientras que las regiones productoras de arroz, por mucho que estos ordenaran al Sol y a la Lluvia que lo cambiaran, se mantenían en el sur. Como dejar de comer arroz no entraba en sus planes, y dejar de cobrar tributos a los sureños pues como que tampoco, un buen día, allá por el 605 d.C., el emperador Yangdi, de la dinastía Sui (que no acabó bien parada por dar demasiado el coñazo con Corea), dijo para sí: "Me niego a gastar el dinero destinado a concubinas en comercio terrestre. ¡Si total, lo que hay en este país son ingenieros hidráulicos y gente susceptible de ser esclavizada!" (Bueno, seguramente no fue así, pero me permito la licencia poética de meterme en la cabeza del buen emperador). Y dicho y hecho, desde entonces hasta 500 años más tarde, se realizó y perfeccionó el Gran Canal, a través de cavar vías artificiales y unir los ríos, canales y lagos existentes. Dicho Canal era usado para transportar cosas tan variadas como alimentos, madera, tejidos o porcelanas.


Gran Canal a su paso por Wuxu, en la provincia de Jiangsu (Nº140 NG Historia)


No voy a dar el coñazo con los cambios que las distintas dinastías y emperadores hicieron. Solo decir que estuvieron moviendo la capital de un lado para otro hasta que se acabó el maldito Imperio y que cierto personajillo llamado Confucio no estaba muy a favor de la aventura de ingeniería, porque prefería que hubiera más incomunicación entre el mandamás de arriba y los pueblerinos de abajo (el clásico "te quiero lejos", pero Confucio no era tan prosaico). En vez de eso, prefiero destacar los detalles que hacen de esta obra una joya en la Historia.

Muchas son las pinturas que retratan la belleza de esta creación, como puede ser el cuadro Amanecer el el Gran Canal de William Havell, que impresionaba a los viajeros que la descubrían, como Marco Polo. Los lados del canal se empedraban para favorecer el trabajo de los que, puntualmente, debían arrastrar los barcos que los recorrían, y los sauces enmarcaban las orillas, ya que sus raícen reafirmaban el lecho. No tardaron mucho en empezar a construír pagodas por doquier, para ir agradeciendo a cada trecho que un cambio brusco de los cauces no te destruyeran el envío, así como poblaciones que tenían su razón de ser en el comercio que el Canal ocasionaba. 


"Amanecer en el Gran Canal", de William Havell.


Los barcos que solían atravesarlo eran los llamados "juncos", mucho más pequeños y fáciles de manejar que los armatrostes que se solían ver en el tráfico marítimo. La construcción de esta obra convirtió a China en la economía más dinámica y diversa de todo el mundo conocido en el siglo XVI. La facilidad que suponía para el transporte, y el hecho de que también podía ser usado por los mercaderes particulares, no solo por barcos estatales, hizo que los bienes de una y otra región se compartieran entre la totalidad de la población china. Un ejemplo de ello sería la ópera kunqu, que de esta forma se dio a conocer desde su lugar de origen, Suzhou, hasta todo el país. 

Desde luego, no todo era bonito. La construcción se sufragó con el llamado trabajo anual obligatorio, que acabó instaurado también para mujeres (lo que no era muy popular), no se permitía ni un solo día de retraso en la llegada de los tributos de grano al emperador, costó una millonada que por supuesto repercutió en el pueblo llano, que para más inri, era el encargado de costear la alimentación y mantenimiento de los numerosos barcos imperiales y del canal en sí. Se dice que no hay luz sin sombra, ¿no? La predominancia del comercio por mar a finales del s. XVIII ocasionó un declive de la que antaño había sido la vía de comercio más importante de China. Sin embargo, no solo recibió en el 2014 la consideración de Patrimonio de la Humanidad, sino que aún hoy, el Canal creado hace más de 1400 años sigue siendo una importante arteria comercial en su país.


Agradecimientos por la lectura, pequeños saltamontes :)


sábado, 5 de septiembre de 2015

Hacia el Hostal Aaran...


De alguna forma, todos somos pequeños exploradores. Todos soñamos con irnos lejos a vivir aventuras, hacer de nuestra vida una Historia digna de ser recordada y, tal vez, luego volver para contárselo a nuestros nietos a la luz de la chimenea, o escribir un libro que animará a otros aventureros a correr nuestra misma suerte. ¿Cómo empezar este artículo, si ni siquiera yo misma sé qué es lo que quiero expresar? Como siempre, empezaré desde el principio, esperando no divagar en exceso.

Ya desde niña miraba el mar. No sé muy bien qué esperaba encontrar más allá de la línea que separaba los dos tonos de azul. Ni siquiera recuerdo que pensara en nada cuando lo hacía. Parece que los recuerdos más felices son aquellos en los que intentas hacer memoria y descubres que en tu cabeza solo había vacío. Sin embargo sé que desde entonces, cuando aún no había aprendido a vocalizar bien, ya informaba a mis padres que algún día me iría, quizá a América (que era el colmo de la lejanía para mí en aquel entonces), a correr alguna aventura.

Y aquí me encuentro, dieci-tantos años más tarde, armada con una mochila, buscando un sitio donde refugiarme, a punto de vivir mi cuarta mudanza en tres meses. No sé si recomendaría a alguien hacer la serie de estupideces que he ido haciendo yo en tan pocas semanas, ya que ni siquiera mi cerebro ha terminado de decidir si lo que he hecho ha sido una buena o una mala idea: mandas a tomar por saco tu vida pasada, llena de errores, de traumas y de sufrimientos, pero en la que también sabías que el siguiente paso que ibas a dar no te iba a hundir en el fango, y en la que contabas con abrazos cálidos por la noche y aplausos en el plano académico, convencidísima de que estás a punto de montarte una vida totalmente distinta y mejor. Llega un punto en que, entre las lágrimas histéricas por tu decimoquinta decepción en una semana, finalmente tienes que admitirte que en el fondo esperabas que un camino de oro apareciera bajo tus pies según bajaras del avión. No es que seas idiota, claro, pero... pero eres idiota. Una idiota de 22 años. Y ya va siendo hora de que te des cuenta. Se me ha olvidado lo que es tener largas las uñas, todas mordisqueadas, o no sentirte atemorizada a cada rato por los imprevistos que puedan surgir en cada esquina que cruzas, y por supuesto, tienes que aceptar que comer como Dios manda ha quedado solo en el recuerdo. Pero es la decisión que tomé, y he de seguirla, si como mínimo quiero saber cómo se va a terminar de ir todo al traste. Veamos si es una de esas situaciones en las que, como decía Steve Jobs, uno en el futuro va uniendo puntos.

¿Quién me iba a decir que se me iba a escapar una sonrisa incrédula, al descubrir un viejo hostal arruinado, sin timbre siquiera, en el que tienes que atravesar un caminito con un pobre cesped a los lados? La valla que separa una propiedad de otra es tan baja que te puedes sentar encima y mirar a tu alrededor, esperando que en cualquier momento aparezca el conejo Perico y te diga cómo entrar a hurtadillas en el huerto del Tío Gregorio (o te deje dinero, no sabes qué es lo que prefieres). Cuando, al no encontrar a tu anfitriona, te diriges a la verja de entrada para comprobar que no te has equivocado de dirección, la puerta se abre de repente y aparece la que será tu nueva casera. Y otra sonrisa se te escapa.




No sabes si esa mujer te cae bien al instante o te da miedo, ya que es la viva imagen de una caricatura de un cuento de Roal Dahl (en ese momento, te concedes a ti misma la broma de pensar que qué lástima que no estés más bien en uno de Dickens, donde los protagonistas acaban prósperos y millonarios, y no convertidos en ratones o sin poderes por haber sido adoptados por una profesora traumatizada y reprimida). Visitas el que tal vez sea tu nuevo hogar, reconvertido en casa para pobres diablos como tú. Tengo que admitir que me gustó que estuviera justo enfrente de una estación de tren vieja, tiene cierto regustillo romántico que te hace imaginarte a ti misma como una ermitaña o una trotamundos, que va de posada en posada, sin jamás tener un hogar.

"Hay agua caliente y calefacción", recita la Casera, "y el baño es para compartir dos personas, al igual que la nevera". Esa mujerona, con claro sobrepeso y ojos pardos, me hace mucha gracia. Especialmente cuando me recuerda que ella no es la madre de nadie, que puedo entrar y salir cuando me de la gana y que solo baja a la zona común cuando una de sus inquilinas hace tartas.

La Antigua Posada (que es como en mi cabeza llamaba ya a ese posible futuro hogar) tiene un baño que da pena, pero está decorada con preciosos cuadros que emulan la vida africana ("Los pintó mi madre", me informa la Casera, "Le encanta África. La llevé por su cumpleaños; fue fantástico". "Ese", señala un póster con la cara de un lobo ártico, "Ese es un regalo de un ex-novio de hace tiempo. La verdad es que me gustan los lobos. Es bonito". "¿Por qué desperdiciar un buen regalo?", le concedo yo). La vieja casa tiene tres o cuatro pisos, no conseguí averiguarlo, uno de los cuales pertenece a la Casera, y otro es común. Una vieja chimenea que no funciona preside el salón. Diccionarios de varios idiomas ocupan una estantería baja que hay sobre el sofá. ¿Qué habrá sido de todas las personas que han pasado por allí, desde que fuera un hostal, hace menos de un año, y ahora que ya no lo es? ¿Qué hará la chica a la que vas a sustituír en la habitación? ¿Se irá a hacer la Ruta de la Seda, en busca de volverse una mujer de negocios, si es que sigue existiendo? ¿Se habrá enamorado de un músico y pretende seguirlo para siempre? No puedo evitar pensar esas cosas, y cuando la puerta se cierra detrás de mí sigo con una sonrisa interna, que se externaliza cuando ves que en la acera hay una especie de Camino de la Fama de Cork, que te indica el camino a casa.

No esperaba estar así, en la segunda ciudad más grande de Irlanda, que apenas si es un pueblo, deseando que te den más horas en el trabajo para poder ahorrar para tu siguiente destino. Aunque a decir verdad, cuando intento imaginarlo, no soy capaz de concretar qué era lo que sí esperaba. Así que me encojo de hombros y sigo caminando.

Muchas cosas han cambiado desde que cogí el último avión. Y diría más, que esas cosas no han dejado de cambiar desde entonces. "La vida es cambio. Al menos la vida que he escogido para mí", decía orgullosa hace menos de tres meses, convencida de que estaba preparada para todo. ¡Qué poco sabías lo que implicaba esa gran verdad, duendecillo! 

Recuerdas, de camino a tu viejo hogar en Cork, y repentinamente te pones en la piel de un personaje de una novela que escribiste cuando aún estabas en el instituto, y ves que no tenías ni idea de lo que una persona real tiene que pasar para poder permanecer impasible en una habitación de hostal en un país que no es el suyo, leyendo una novela negra, pasando por alto su clara superioridad intelectual por resultarle totalmente natural. Me he pasado la vida creando personajes que nunca he estado preparada para entender. ¿Qué habrá tenido que pasar Willow, la antigua espía de las historias que mi mente adolescente escribía, para que la soledad ya no le pese y soportar estar sola consigo misma a pesar de que no se gusta? Cuando me la inventé no me dio pena, di por sentada su fortaleza. Y de repente la lástima se transforma en envidia.

Es un auténtico consuelo darte cuenta de que la vida de adulto no ha asesinado del todo a esa niña interior que tanto apreciabas, y que creías ahogada entre tantas lágrimas de miedo y desconcierto. Qué alivio, ver que sigues pensando en viejos cuentos cuando encuentras sitios reales parecidos, o viendo lo bello donde la gente solo ve lo corriente. De verdad creí que eso también había muerto, junto con la confianza en mi inteligencia, que nunca más daré por sentada. Qué bendición darse cuenta de que, en el fondo, lo que uno es de verdad nunca desaparece del todo. Puede atrofiarse, puede esconderse, pero siempre está ahí, en el fondo de nuestra mente, esperando para saltar, al acecho. Jamás hubiera dicho que me encontraría de nuevo, después de tantas semanas, en un hostal abandonado en las afueras de un suburbio irlandés. ¡Supongo que nunca sabes dónde moras en realidad! Aunque pensándolo mejor, no me sorprende que mi niña interior estuviera esperándome sentada en una sofá frente a una chimenea, mirando un cuadro que representa la sabana africana, con un montón de diccionarios a la espalda y viejos trenes sonando a escasos metros.

Atrás queda la seguridad, la comida a las horas predecibles, la confianza de tener donde dormir, o las personas al otro lado del teléfono cuando a ti te apetezca. Atrás queda el sentirte auto-suficiente por nada, admirable por trofeos escolares o aventurera por quedarte en casa. Nunca volverás a ser la de antes. La vida que decidiste dejar atrás, atrás ha quedado, y tú solita te lo buscaste. Por primera vez en bastante tiempo, recordar eso no hace que me piquen los ojos. Echo una última mirada al jardín, para comprobar que Perico, astutamente, se ha vuelto a esconder de los ojos humanos, antes de respirar hondo y, finalmente, seguir las estrellas.





Gracias por leer.



viernes, 21 de agosto de 2015

Hong Kong




Sí, tal vez sea demasiado ambicioso. Pero el conformismo es para los cobardes (O no... Bah, da igual). Esta semana, en la que me ha tocado lo que yo llamo "currar como un adulto" (jornada completa), toca resarcirme por el voto de silencio editorial que he hecho contra mi voluntad, y tratar de exponer una parte del mundo muy curiosa: La gran Isla Pirata (Los Simpson dixit), la tal Hong Kong.

"Kowloon Panorama" por Ryan Cheng. Puede verse Knowloon y la Isla de Hong Kong





Como parece que la anécdota es divertida (aunque yo no le vi mucha gracia, a pesar de las risas de familiares y amigos a los que se la narré), empezaré contando porqué esa inquietud hacia esa pequeña, pero muy importante, zona de China.

Como ya comenté en mi segundo post, hace escasos meses (dos, de hecho) me mudé a Irlanda, en un intento de mejorar mi inglés y conseguir trabajo, ya que ambas cosas eran difíciles en mi amado país natal. Invadida por el tedio que me supone mantener el culo pegado a una silla y sin nada mejor que hacer, me decidí a acudir una charla que había visto anunciada por las calles de mi nueva ciudad en carteles que prometían un simposio sobre la situación política en China. Como el gigante asiático siempre me ha resultado de gran interés, y como buena graduada en Derecho nunca renuncio a nuevas lecciones sobre política, decidí que encajaba en una reunión así. Llegando con el tiempo justo, y encontrando el emplazamiento a duras penas (un hotel medio escondido que tenía una curiosa cascada natural dentro), mi sorpresa fue llegar y encontrar más chinos que occidentales ávidos de aprender, que me miraban como si me acabara de caer de un platillo volante. Sin embargo, puedo decir que fue una charla muy interesante (en la que incluso se me dejó participar, a pesar de que mis ojos no eran rasgados), donde una simpática y guapa activista nativa de Hong Kong nos habló de la labor de su asociación en los derechos políticos de sus conciudadanos. Y sobresalió el tema de que Hong Kong era un mundo aparte en relación con el resto de China. A esto debería añadir que recientemente me quedé con dos palmos de narices cuando, buscando una lista con todos los países existentes en la actualidad, me encontré con una que nombraba esta región separada de la República Comunista, como si fuera un Estado diferente. Así que si hay por ahí algún friki como una servidora al que le gustaría leer algo más sobre este ente aparentemente fuera de lo común, será un placer contribuir humildemente a saciar su curiosidad. 

Hong Kong, cuyo nombre es una traslación fonética del cantonés que significa "Puerto Fragante" (refiriéndose a que emite fragancia, aunque no se ha decidido a qué viene ese nombre. Se cree que al incienso que se producía en la ciudad y se olía ya desde los barcos que se acercaban), en realidad se llama "Región Aministrativa Especial de Hong Kong de la República Popular de China" . Está formada por la propia Isla de Hong Kong, la parte peninsular de Kowloon, y los llamados "Nuevos Territorios" (unas islas que hay por esa zona, como Lantau, que estuvieron prácticamente deshabitadas durante casi todo el siglo XX). ¿Que porqué es Especial? Pues porque hasta casi finalizado el siglo pasado ni siquiera era China. No, no es que al nuevo se le de un trato especial, es que fue una de las condiciones que impuso el ya extinguido (?) Imperio Británico para devolverle ese territorio a China el 1 de julio de 1997.

Sí, señores, quien creía que el colonialismo acabó con Pocahontas cuando se casó con John Smith (o el inglés de turno), se equivocaba de cabo a rabo. Hong Kong era una zona dejada de la mano de Dios hasta que se descubrió que más bien Dios había dejado allí una cosa muy divertida: el opio. El comercio se disparó cuando los europeos (viciosos desde siempre, por muchas iglesias que construyéramos y muchas cruzadas que libráramos) descubrieron semejante "barro extranjero" (como era llamado), allá por principios del XIX. El problema vino cuando los chinos se decidieron a dejar de comerciar con él, y nuestros buenos amigos los ingleses, que parece que no llevan muy bien que les quiten las drogas, ni cortos ni perezosos les declararon la guerra. Tal vez pilló por sorpresa a los chinos la tan conocida decisión militar de los británicos (nadie les dijo que había que atacarles a la hora del té, que es cuando están más distendidos), o quizás no se acabaran de creer que alguien empezara una guerra por algo así, pero el hecho es que en 1841 los antepasados de la Reina Madre ya tenían otra banderita clavada en una nueva colonia: la Isla de Hong Kong. Con el Tratado de Nanking se terminó la guerra y se cedió la isla a la corona británica sine die. Como una única guerra era muy poca cosa, y sobre todo, muy poco europeo, Perico volvió al torno y se declaró otra. La Segunda Guerra del Opio terminó de forma muy parecida, otorgando a los mismos plastas de siempre la península de Kowloon en 1960. Como romper una colección está muy feo, se les concedió el ususfructo (para los no juristas: uso y disfrute, pero no propiedad) de los Nuevos Territorios en 1898 (esta vez solo para 99 años, que a veces hay que ponerse serios y no ceder a todos los caprichos). ¡Un usufructo! ¡De un puñado de islas! Eso no aparece en el Código Civil... Desde luego que ya se ha hecho de todo en este Manicomio Redondo.

Pero los ingleses no contaban con su alter ego asiático, Japón, que les vino a aguar la fiesta en la II Guerra Mundial, invadiendo estas "cesiones" a la corona (como ya hemos hablado, a los japoneses no se les da bien estarse quietos en materia de batallas). Entre las guerras (tanto la mundial, como la civil china), las epidemias y las sanciones internacionales, Hong Kong se convirtió en un centro de recepción de refugiados, que huían de los problemas que buyían en los territorios adyacentes. Sin embargo, como contraposición, su aislamiento del resto de países que le rodeaban le permitió convertirse en un gran puerto comercial y un lucrativo centro financiero.

Finalmente, a pesar de los llantos de Reino Unido (que aún sigue pataleando por lo que le queda en el tintero), se decidió que el colonialismo estaba MAL, y este tuvo que aceptar devolver a China sus tierras, con la condición de que conservara durante 50 años la economía de libre mercado y los sistemas social y legal que los europeos habían montado, dando lugar a la filosofía china de "Un gobierno, dos sistemas", que no es otra cosa que "Comunistas Sin Fronteras, salvo por el Capitalismo a Gran Escala que impera en según que zonas". La otra Región Administrativa Especial es Macao, antigua colonia portuguesa, que también mantiene una ideología capitalista por orden de los antiguos señores feudales.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

A causa de formar parte de China, Hong Kong ha tenido que capear con la tormenta de la corrupción y las crisis económicas, asi como alguna que otra epidemia (Síndrome SARS, o Síndrome Respiratorio Agudo Grave... Por creer que el Medio Ambiente es una leyenda, tal vez), lo cierto es que también es un magnífico y ecléctico lugar, donde se manifiesta la unión Oriente-Occidente, dando lugar a algo tan exótico como interesante. Aunque tal vez primero habría que convencer a sus habitantes, pues solo el 17% de su población se considera ciudadano chino, mientrás que casi el 40% se considera sólo hongkonense (ríete tú de Cataluña).

La moneda utilizada es el dólar de Hong Kong (una divisa de considerable relevancia), y sus idiomas oficiales son tanto el inglés como el chino (sobre todo el dialecto cantonés, aunque se trata de extender el uso del mandarín). Se usa el derecho tradicional inglés (el llamado Common Law, que en pocas palabras significa que el Derecho es lo que dice el señor Juez, Mr. Justice, y punto en boca) y tiene una gran relevancia en el plano internacional, teniendo en su territorio la sede de organizaciones como la FIFA, la Organización Mundial de Comercio, o la WWF. Lleva él solito sus propias relaciones internacionales, para que Don Mao no venga con la rebaja en cuanto se descuiden, y es una de las rentas per cápita más altas del mundo. Por lo general, no es un gran infractor de los derechos humanos, pero sufre de claras deficiencias de las que adolece el resto del país, como la censura en los medios, la falta de sufragio universal o la discriminación a la mujer.

Es uno de los grandes centros financieros mundiales (y el principal de toda China) y su economía depende mucho del comercio mundial, sobre todo en relación con el comercio chino con el resto del mundo. Es uno de los lugares con mayor libertad económica del mundo, y su mercado de valores es el segundo más importante de toda Asia, solo por detrás de la Bolsa de Tokio. Por ello, se puede decir que es la puerta de entrada de Occidente para entrar en China (algo que se está empezando a decir también de Shangai).

Suena muy diferente a la imagen que tendríamos todos cuando pensamos en China, imaginándonos gente amarillenta con un gracioso sombrero plano, tirando de tuk-tuks o plantando arroz, unos encima de otros por falta de espacio... Bueno, en algo acertaríamos: en Hong Kong abundan los rascacielos, y no porque sea más moderno, sino porque no hay sitio en el suelo para tanta gente. No en vano es el mercado inmobiliario más caro del mundo... Hay unos 7 millones de chinos, según el censo de 2014, y subiendo, porque tienen la mala costumbre de no morirse (disfrutan de una esperanza de vida de las mayores de todo el mundo, más de 80 años). Encima, el 75% de su territorio está calificado como espacio natural, así que se tienen que hacinar en el 25% restante para vivir (supongo que el fin de semana huirán al monte de picnic, para respirar un poco).


Habiendo ya dicho que es un zulo ecológicamente protegido (lástima que aún así sea de las ciudades más contaminadas del mundo), receptor de especuladores, Puerta de China y que se lo han pasado de unas manos a otras desde el antepasado siglo, queda hablar de porqué sería tan apasionante ir, por si alguien aún sigue dubitativo.

Aunque más de un 90% de la población es china, de ascendencia mayormente asiática, la diversidad se respira allá donde vayas. La arquitectura es propia de un barrio neoyorquino (entre sus rascacielos está el International Commerce Centre, que es el cuarto más alto del mundo), pero las religiones predominantes son el budismo, el taoísmo y el confucionismo, conviviendo con el 10% de la población cristiana. Son las creadoras de esas películas de artes marciales que tanto marcaron a Occidente, en las que Bruce Lee y Jackie Chan enseñaban a los americanos que no todo era soviético al otro lado del mundo y además de participar en las Olimpiadas, organizan sus propios "Juegos Asiáticos". En definitiva, es un gran centro cultural, que produce y recibe tanto productos nacionales como de estilo digamos más americano. Una de sus grandes atracciones consiste en disfrutar del skyline, dado que todos los días se organiza un espectáculo de luces y sonidos donde un gran número de los edificios participan para amenización de los turistas, al más puro estilo Las Vegas, al mismo tiempo que la visita recomendada por excelencia son los bazares asiáticos, en especial el Mercado Nocturno del Temple Street, donde se tiene por costumbre jugar al ajedrez, retando al campeón de turno, comer platos asiáticos al aire libre, adquirir jade (el "oro" chino, que según la creencia, protege de los malos espíritus) y por supuesto, comprar el producto estrella: las falsificaciones, para quien creyera que había abandonado el País Panda... Como curiosidad, os diré que también se le llama el Mercado de los Hombres, a causa de la cantidad de oferta de ropa de caballero, el gran número de películas de gangsters de las que ha sido escenario, y porque por lo visto contiene una gran exposición de los llamados "placeres para hombres". No he conseguido descubrir si eso significa que hay prostitución o solo revistas subiditas de tono por doquier... habrá que ir para comprobarlo. En cualquier caso, un buen dim sum siempre sienta bien.


Bueno, al final me ha quedado un testamento curioso. Confío en que no se os haga muy infumable, y en caso de que así sea, reitero con especial vehemencia...


Gracias por vuestro tiempo :) ¡Muy feliz semana!


Para más información:

- http://www.britannica.com/nations/Hong-Kong
- http://www.lonelyplanet.es/destino-asia-china-hong-kong-43.html
- http://www.lonelyplanet.es/blog-mercadillos-rastros-bazares-zocos-160.html




lunes, 10 de agosto de 2015

El Florecimiento de los Sakura

Estúpidos horarios de persona de a pie, que no nos dejan tiempo a los bohemios frustrados para investigar y escribir... Me perdonaréis si encontráis esta entrada un poco pobre o falta de chicha, pero seguro que la belleza del suceso a exponer lo compensa, y es que esta semana toca la celebración de la Fiesta del Hanami, a lo largo y ancho del hermoso País del Sol Naciente, Japón.

Sakura en flor en el Pabellón Dorado de Kyoto. Por Gigi Castrol.

Este festival de Hanami, que es el nombre que los japoneses dan a la tradición de "observar la belleza de las flores" (adorable, ¿no os parece? Sobre todo en un país con una tradición bélica tan absoluta, hasta el punto de haberles tenido que prohibir internacionalmente que tengan su propio ejército, tras la ocupación americana en la II Guerra Mundial), coincide con la fecha del florecimiento del Sakura, o flor de cerezo, protagonista de la celebración, que ocurre en la primavera. Y es que a pesar de no ser la flor nacional (que es el crisantemo), apuesto a que estas maravillosas flores rosadas nos hacen pensar a todos en ese exótico y maravilloso archipiélago.

El porqué de este amor por este árbol, cuyo origen se atribuye a la zona del Himalaya, se remonta a la milenaria tradición de los samuráis. Esta flor tiene la peculiaridad de que solo florece en primavera, dado que en verano el arbol está cubierto de simples hojas y en invierno y otoño se muestra desnudo, por lo que tiene una vida muy corta, como la que los samuráis, pobrecillos, disfrutaban (y orgullosos de ello). La filosofía consiste en caer cuando aún se es fuerte, bello y ágil en la batalla (de acuerdo, curiosamente, con el decir popular tan conocido en España de "muere joven y deja un bonito cadáver", y del que os voy ahorrar mi opinión al respecto), ya que la flor del cerezo cae del árbol antes de marchitarse, a causa de la fuerza del viento. Además, cuenta la leyenda que su color rosado se debe a la sangre derramada por estos guerreros durante el seppuku, que no es otra cosa que el harakiri que se hacían "voluntariamente" los buenos soldados para evitar la deshonra y que se solía celebrar ante un cerezo (otro día ya os contaré la historia tan curiosa de estos suicidios tan peculiares y bien asistidos, porque no tiene pérdida).

Durante este festival, que se celebra hasta entrada la noche (pasando a llamarse yokazura, osea, "cerezos de noche"), las familias y amigos se reúnen para hacer un picnic debajo de este hermoso árbol meramente ornamental, ya que la variedad preferida por los nipones no produce fruto. A causa de la diferencia de clima entre las islas, las fechas de florecimiento, que son advertidas con tiempo por las agencias meteorológicas japonesas, varían. Las celebraciones comienzan desde principios de marzo, que comienzan en la más sureña región de Okinawa, hasta llegar a la zona más meridional, la isla de Hokkaido, la última semana de abril. Es uno de los acontecimientos que más turismo suscitan, y no es difícil adivinar porqué.

Espero que hayáis disfrutado de este sencillo post tanto como yo al escribirlo, y es que en medio de la vorágine del día a día, no está de más hacer caso a nuestros amigos, los que no hace tanto portaban katanas y luchaban por grandes señores y por el honor, y pararse a "contemplar la belleza de las flores".


Thank you again, por pararos a leer :) ¡Feliz semana!


Para saber más: 
http://japontotal.com/post/5084210594/tradiciones-de-jap%C3%B3n-hanami-%E8%8A%B1%E8%A6%8B-lit-ver 
http://www.japanlinked.com/about_japan/fha/hanami.html


lunes, 3 de agosto de 2015

The Ha´penny Bridge



¿Por qué escribir un blog? ¿Por qué escribir cualquier cosa? ¿De dónde sale esa ansiedad por comunicar lo que uno tiene dentro, incluso aunque sean gritos al aire? En mi primer post no me presenté, en parte porque no esperé que nadie lo leyera, pero quizás debería dedicar un poco de espacio a hacer de este blog un sitio más personal, como era mi deseo al crearlo. Desde que aprendí en el colegio, escribo de forma instintiva, y aún sabiendo que no soy un portento de nada, ni tengo especial talento para hacerlo no me parecería bien reprimirlo y reducir esa inclinación a cartas secretas que nunca se envían y diarios que jamás se leerán.

Por suerte o desgracia, son muchas las pasiones que tengo en la vida. Escribo cuentos y artículos de opinión, fantasías y planes, y hasta proyectos imposibles. Me gusta el cine, el teatro y los libros, la política o la economía; podría escribir sobre eso. Pero elegí escribir sobre lugares y monumentos. No sé porqué elegí hacer el blog sobre eso en vez de sobre otra cosa. Supongo que me salió de forma natural, sin pensar demasiado, y tal vez sea lo más adecuado, pues últimamente me da la impresión de que lo que hacemos aparentemente de forma irracional, acaban siendo las cosas que mejor salen (tal vez porque no esperamos nada de ellas).

Quizás se debió a mi admiración por los paisajes y la arquitectura, por las diferentes culturas y personalidades. Quizás porque hace poco que me mudé de país. Quizás simplemente leí demasiado la National Geographic este año y me creí exploradora en esa parte de nuestra mente que nunca crece. En cualquier caso, es bonito tener la oportunidad de tener un diario online, y pienso que siempre hay que aprovechar las oportunidades que se nos presentan.


Sin más dilación, pasamos del monumento-símbolo de mi ciudad de nacimiento al de mi ciudad de residencia. ¡Os presento el Ha´penny Bridge!
 
Foto por Marta Edreira. Ha´penny Bridge.


Realmente, su nombre oficial es Liffey Bridge, dado que es un puente construído sobre el río Liffey (muy prosaico, sí), pero coloquialmente, desde su construcción en 1816, cuando aún se llamaba Wellington Bridge (en honor al primer duque de Wellington, Arthur Wellesley) se le conoce por Ha´penny Bridge (Puente "Medio Penique"), fundamentalmente por el peaje que se cobraba, de medio penique, para poder cruzarlo. Cuando el peaje aumentó a penique y medio, el nombre coloquial cambió con él, pasando a ser el Penny Ha´penny Bridge (Puente "Penique y Medio"), hasta que finalmente, en 1919, el peaje fue suprimido. Desde entonces, el nombre por el que se conoce esta obra vuelve a ser el coloquial y primigenio "Ha´penny".

Ha´penny Bridge de noche. 


Una anécdota "graciosa" (para el que, como yo, tenga un laxo sentido del humor) es que a la hora de su construcción, los vecinos de Dublín estaban hasta el gorro de los proyectos que el Gobierno y empresas privadas hacían para pasar el fecking río, dado que después de siete ferries fallidos se mostraban bastante escépticos. Cuando se decidió hacer el puente, que fue diseñado por el arquitecto John Windsor, pusieron como condición para proceder a su construcción que si en el plazo de un año no se encontraban satisfechos (es decir, como diera un solo problema), el puente debía ser retirado sin coste alguno para la ciudad (ergo: para los conciudadanos).

Se procedió a su mantenimiento en 2001 por última vez, y a lo largo de 2012 y 2013 se tuvieron que ir quitando los candados que las buenas y bienamadas parejas ponían en el centro del puente. El ayuntamiento hizo dos campañas en estos años para tratar de convencer a los amantes que había otras formas más seguras y menos dañinas para la infraestructura pública de demostrar su afecto, pero personalmente puedo decir que aún se ven muchos de estos cerrojos decorando los lados del puente. Supongo que las costumbres y tradiciones son difíciles de desarraigar, y Hollywood ha hecho mucho daño al romanticismo y a la originalidad pareja al mismo.

Por falta de previsión (y de batería en el móvil) no os puedo dejar una foto-ejemplo de la utilización de la especial arquitectura de este puente como símbolo de la ciudad de Dublín en los carteles turísticos, pero estoy convencida de que os será fácil de identificar, y cuando veais un cartel con el nombre de la capital irlandesa, con un gracioso faro adornando encima, no dudaréis que es el famoso puente del s. XIX el que cobija el nombre de la ciudad.

Farolillos del Ha´penny Bridge- www.klm.com

Datos

Localización:  Dublín (Éire/Irlanda).
 
Arquitecto: John Windsor.

Nombre oficial: Liffey Bridge.

Medidas: 43 metros de largo, por 3.35 metros de ancho.

Inauguración: Mayo de 1816.






¡Gracias de nuevo por vuestro tiempo! :)



Fuentes y enlaces de interés:
- http://structurae.net/structures/hapenny-bridge
-http://www.irishtimes.com/news/environment/council-sign-calls-on-couples-not-to-lock-love-to-ha-penny-bridge-1.1705456
- http://archiseek.com/2010/1816-hapenny-bridge-dublin/




viernes, 24 de julio de 2015

La Torre de Hércules- The Tower of Hercules

Hace miles de años (casi 2000, si atendemos a los estudios arqueológicos), el semi-dios Hércules se dirigió a la ciudad romana de Brigantium a robar el ganado de Gerión, como décimo de los doce trabajos que le impusieron para convertirse en un dios por completo. Una vez allí, observó la tiranía que el gigante ejercía sobre el pueblo de la ciudad, y se decidió a matar al gigante para liberar a los ciudadanos de la ciudad romana. El enfrentamiento duró tres días y tres noches, pero finalmente Hércules logró vencer y, cortando la cabeza del gigante, la enterró junto al mar, y mandó construir sobre ella un faro-torre para conmemorar su victoria, dando un nuevo nombre a la ciudad: Crunia, el nombre de la primera mujer que vio viviendo en el lugar, y de la cual se enamoró perdidamente.

Estos romanos y su amor por la violencia y la arquitectura... No se puede decir que sea una leyenda muy pacífica, y desde luego, tampoco que guarde coherencia con la demás mitológía relativa a Hércules, los doce trabajos o Gerión (que, en teoría, vivía en la actual Cádiz, que no es que quede muy cerca de la ciudad gallega), pero sirve para que, en un parrafillo de nada, sepamos el origen del símbolo de la ciudad marinera, de su nombre, y porqué diablos hay una calavera debajo de la torre en el emblema. Además, ¿quién soy yo para contradecir a Alfonso X, autor de esta leyenda, en el siglo XIII? Lo maravilloso de las leyendas es que, digan lo que digan, por su propia naturaleza nunca pueden ser mentira.


Como no podía ser de otra manera, y tal y como le correspondía a una coruñesa enamorada de su ciudad, este blog debe iniciarse con este símbolo arquitectónico, que además de representar una ciudad (hermosa como la que más), encarna la permanencia a través del tiempo.




































Datos

- Localización: A Coruña. Galicia. España.
- Altura: 57 metros sobre el nivel del mar (Por poner una referencia, una quinta parte de la altura de la Torre Eiffel de París).

- Fecha de construcción:
Segunda mitad del siglo I/Primera mitad del siglo II de nuestra era.
(Los arqueólogos no se aclaran, porque si lo construyó el arquitecto que se piensa, no corresponde con el emperador que se supone que gobernaba en aquel momento, así que ponen un siglo de margen y Santas Pascuas).

- Función:
Faro/Atracción turística. Es el faro más antiguo que sigue en funcionamiento, y prácticamente ha sido así durante toda su existencia. Durante el declive del imperio romano, el decreciente comercio (que era el motivo principal, junto con los fines militares, de que hubiera barcos recorriendo el océano), probablemente causara que dejara de alumbrar durante un tiempo, junto con la mala costumbre de los ciudadanos de la zona de robar piedras de la Torre para sus construcciones personales o las nuevas edificaciones de la ciudad, pero afortunadamente, esto terminó sobre el siglo XVI, a causa de la nueva importancia que adquirió el tráfico marítimo y el emplazamiento estratégico del puerto de la ciudad.

Desde una perspectiva más realista, el faro se construyó por el Imperio romano, por un arquitecto natural de Coimbra (una ciudad portuguesa), llamado Caio Servio Lupo (cuya firma sigue inscrita a los pies de la torre). El nombre original de este monumento fue Farum Brigantium, a causa de la cercana ciudad romana Brigantium, pero tanto su denominación como su estructura fueron cambiando a través del tiempo, lo cual no es difícil de deducir teniendo en cuenta la manía ya mencionada de los coruñeses. Esto causó que la imagen de la Torre fuera cambiando, según se debía ir reconstruyendo para evitar su destrucción. Actualmente, sigue conservando en gran medida la integridad estructural original: el interior sigue siendo en gran medida el correspondiente a la época romana, pero el aspecto exterior es un diseño neoclásico del s. XVIII, que añadió ciertos toques de la época (por ejemplo, añadiendo ventanas "ciegas", manteniendo abiertas solo las que originariamente existían en la antigüedad, por una cuestión de estética, o facilitando los accesos a la lintera, para hacerlo más funcional), respetando la obra de ingeniería romana.

Cuando los romanos construyeron el faro, eligieron intencionadamente un terreno que formaba parte de un espacio de culto indígena, con la intención de darle un carácter más épico a la construcción, ya que los celtas solían usar las zonas cercanas al mar para guardar culto a divinidades que se podían asimilar a la figura romana de Hércules, pero no se le comenzó a llamar "La Torre de Hércules" hasta la Edad Moderna, sustituyendo a la denominación medieval de " El Faro" o "El Castillo Viejo".
 
Torre de Hércules original = Faro Brigantium
Torre de Hércules en la actualidad (Diseño neoclásico)



Toda la zona en la que está afincada la Torre tiene un alto valor ecológico, que muestra la geografía accidentada propia de Galicia, así como numerosa flora y fauna autóctona, y está rodeada de otros monumentos, como la Rosa de los Vientos, o el Parque Escultórico. Las normas urbanísticas prohíben (al menos por el momento, no nos confiemos antes el afán de construcción español) construir a partir de determinada altura para proteger las vistas, totalmente despejadas, de la Torre.


Por otra parte, es muy significativo que el símbolo de esta ciudad sea el un faro, teniendo en cuenta la tradición que los gallegos tenemos en emigración. ¿A cuántos gallegos habrá guiado su luz mientras abandonaban su tierra en busca de trabajo? ¿Y a cuántos les ha alumbrado el camino a casa? De hecho, esta Torre está hermanada con la Estatua de la Libertad en Nueva York, precisamente a causa de la cantidad de emigrantes gallegos que salían desde ella hasta América. 

Esperemos que siga guiando en la oscuridad y el desconcierto a todo el que busque su luz, si Gerión y Hércules nos lo permiten desde el Hades y el Olimpo respectivamente, supongo, durante muchos miles de años más.


¡Gracias por leer! :)



 

 

 

 

 

 

Sitios de referencia:

- Página web UNESCO: http://whc.unesco.org/es/list/1312

- Página web A Coruña: https://www.coruna.es/servlet/Satellite?pagename=CorunaPortal/Page/Generico-Page-Generica&cid=1423535256924&argIdioma=es&itemID=1149055943813&itemType=Entidad

- http://www.torredeherculesacoruna.com/index.php?s=8&l=es

 

Fotografías cedidas por:

- Daniel Gestal.

- Vanessa Rodriguez.

- Marta Edreira.

- Página web A Coruña.